Por Mario Román del Valle/ informatePR
(InformatePR 2002).- Desde hace tiempo la sociedad mexicana viene discutiendo y analizando el grave caso de la llamada guerra sucia, que el régimen priísta desarrolló en contra de los grupos políticos opositores, durante las décadas de los años sesenta y setenta.
Pues bien, la relación de atropellos, represiones, desapariciones y asesinatos políticos se ha ampliado, dándose a conocer mayores detalles de los mismos, y ello sigue llenando de indignación a la gente consciente de este país y el asunto (por lo mismo), no puede ni se debe olvidar.
Recientemente, con la apertura a la consulta política de los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (SDN) y del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), se espera que se revelen, con mayor claridad, muchas acciones represivas que el Estado mexicano ejerció, muy injustamente, en contra de grupos y personajes que exigían mayores libertades políticas, democratización de la sociedad mexicana y verdadera justicia para todos. Investigadores connotados como Sergio Aguayo y Enrique Semo, opinan que dicha apertura es un paso importante para comprender la verdad histórica de aquellos tristes sucesos del pasado nacional.
Y efectivamente, esperamos que los documentos que dejaron los espías, esbirros y burócratas de alto nivel de la policía política que operaban en la siniestra Dirección Federal de Seguridad (que estuvo al mando muchos años de Fernando Gutiérrez Barrios), sean factores importantes para arrojar mayor luz sobre acontecimientos traumáticos y movilizaciones sociales como las que verificaron los ferrocarrileros (1948); los trabajadores petroleros (1958), el movimiento médico nacional (1964); los estudiantes de Morelia, Michoacán (1966); la izquierda mexicana (trotskistas, espartacos, juventud comunista, etc.), a mediados de los sesenta; el masivo y vital movimiento estudiantil de 1968; la matanza del jueves de Corpus, en 1971, las guerrillas rurales de Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos; y la guerrilla urbana de la liga comunista 23 de septiembre; entre otros.
A estos hechos históricos de carácter nacional –digamos–, corresponden muy diversas luchas sociales y políticas regionales, que hasta ahora, los historiadores han prestado muy poca atención. Y nosotros deseamos señalar aquí que, en el caso concreto de Poza Rica, también se desarrolló una sorda, violenta y sangrienta guerra sucia, aplicada feroz y tenazmente en contra de los opositores al sistema y a los grupos caciquiles.
Veamos algunos ejemplos de tal guerra represiva, que no por ser selectiva fue menos persuasiva.
En el año de 1954, el trabajador petrolero Francisco Neri le ganó una demanda laboral a Petróleos Mexicanos, debido a que comprobó que se le había rescindido injustamente su contrato de planta en la paraestatal. Y cabe agregar que ello había ocurrido porque Neri era un opositor permanente a los líderes sindicales charros que encabezaba el corruptazo Pedro Vivanco, y que gozaban de la protección del poderoso cacique local Ing. Jaime J. Merino.
El extinto líder sindical disiente (hombre honradísimo a carta cabal), Teodoro Tapia Martínez, nos contó sobre este caso que Merino había tomado como asunto personal el pleito que se tenía con Neri. Y que unas semanas antes de la resolución del conflicto legal, el mismísimo Merino había amenazado al trabajador opositor. El día que Francisco Neri fue notificado de su reinstalación y triunfo laboral-sindical, y poco después de que cobró 45 mil pesos de salarios caídos, algunos testigos vieron que los guaruras merinistas lo habían subido violentamente a una camioneta que ostentaba las siglas de la empresa paraestatal. El resultado fue que nunca más se vio con vida al joven Neri. Y algunos años después cuando se construía el Fraccionamiento “Jardines de Poza Rica”, que era propiedad del industrioso Merino –naturalmente–, se encontró el cadáver del trabajador citado, el cual fue identificado gracias a una muy peculiar placa dental. Ese, sin duda, fue un asesinato político, como represalia y advertencia para todo aquél que quisiera luchar en contra de los atropellos y autoritarismos de un cacicazgo que era protegido ampliamente por los poderosos hombres de aquel sistema que nos gobernó durante más de setenta años.
Empero, las represiones y asesinatos no terminaron ahí. La lista sería larga y cruentísima.
Continuará