Adolfo Rendón Rendón
Adolfo Rendón Rendón

– En 50 años Poza Rica creó sus propias leyendas y forjó a sus héroes. Esta es la historia de “el poder de uno”

Por Rodrigo Vidal/ informatePR

Corría la mañana del 8 de septiembre de 1947, el jefe de Pozo, Casimiro Pérez Olán y el Perforador Armando Fandelly Metrett, estaban al frente de los trabajos para desmantelar las conexiones de la cabeza del pozo número 6 y substituir el antiguo árbol de conexiones por otro más moderno. 

Transcurrió medio día de labores, cuando de  pronto, una de las conexiones reventó y se registró una fuga de gas y aceite, que al tener contacto con una chispa provocada por el choque de un balasto con las piedras, ocasionó el incendio del pozo, que permaneció así por 14 días. 

En la bitácora quedó registrado a las 14 horas con 30 minutos del 8 de septiembre de 1947.
Cerca del lugar, el Cabo de Tuberos, Adolfo Rendón Rendón, guardaba reposo por prescripción médica.
El Pozo número 6 fue perforado por la Compañía “El Aguila”, en 1934, se encontraba en la parcela número 32.
El martes 9 de septiembre el incendio se intensificó, por lo que hubo necesidad de solicitar ayuda a Houston, Texas, hasta donde viajó el Ingeniero Alfonso Barnetche, Subgerente de Producción, regresando con un ingeniero de nombre Michel.

Noche y día se trabajó en el tendido de líneas y limpieza del terreno en un radio de 100 metros, alrededor del pozo.
La intensidad del fuego superaba los 1,500 grados centígrados; “podía fundir los niples, válvulas y grampas de anclaje” que formaban el pozo, según describe Sinesio Capitanachi en su libro “Furbero, Palma Sola y Poza Rica”.
El miércoles 10 se registraron nuevas fugas en el árbol de conexiones. Ese día iniciaron las maniobras para intentar apagar el fuego. 

Imagen del mural en el paseo de La burrita de Poza Rica

Al frente de un grupo de más de 20 trabajadores estaba Paul Adair, proveniente de Houston, quienes lograron acercarse a 40 metros del pozo, protegidos solo por un overol, guantes de lona, un casco de aluminio con un aditamento de cuero, protegiéndose los lados de la cara y el cuello, completamente mojados y con una hoja de asbesto-cemento.

La inspección del incendio sirvió para crear la estrategia para atacarlo.

Primero perforarían un pozo de alivio, 100 metros al sur del número 6, de manera vertical hasta una profundidad de mil metros, para iniciar una desviación controlada.

Comenzaron lanzando chorros de agua a donde se estimaba que se encontraba la cabeza del pozo, y se pudo ver el árbol de conexiones.

El jueves 11, todas estas maniobras se pusieron en práctica. El objetivo era alcanzar las conexiones superficiales del pozo.

El viernes 12 llegó equipo proveniente de la ciudad de México, con lo que se instalaron otras dos pistolas de agua.
El sábado 13 arribó de Brownsville un experto de apellido Kinley, contratado para apagar el incendio del pozo, cuyas flamas iluminaban Poza Rica.

Al día siguiente, el domingo 14 iniciaron los trabajos a las 3 de la madrugada, con la intención de enganchar y jalar el manifull, que impedía que la llama principal se retirara del pozo; después de tres intentos se logró.
Por la tarde se instalaron cuatro pistolas de agua, más cerca del pozo, con  lo que la gente pudo aproximarse a una distancia de 15 metros. Por supuesto, protegidos con las láminas de asbesto.

Ahora sí se podrían soldar las conexiones del pozo.

Era  necesario utilizar tierra para separar la cabeza del árbol del fuego en las tuberías de 4 pulgadas, donde se registraba el volumen mayor de la fuga.

Esta maniobra se logró iniciar en el transcurso de la noche con el uso de tractores que empujaban la tierra. Con ello fue posible acercarse a tres metros de distancia del pozo.

Una semana después de iniciado el siniestro, lunes 15, se logró bajar la intensidad del fuego, que aumentó al día siguiente, alrededor del árbol, por los escapes de gas.

Decidido a extinguir el fuego, el miércoles 17 se integró el trabajador Adolfo Rendón Rendón, adscrito al Departamento de Producción y Gas, pese a estar incapacitado para laborar por prescripción médica.
Las maniobras eran intensas. Desde que amanecía, hasta caer la noche.

Los trabajadores se tomaban cortos descansos para dormir y comer ahí mismo.

Ya a estas alturas la gente podía aproximarse hasta unos dos metros del pozo, por el lado sur opuesto a la salida de la tubería de 4 pulgadas, donde estaba la fuga principal.

Por la mente del estadunidense pasaba la idea de volar parcialmente la cabeza del pozo, pero no se le permitió.
El jueves 18 el pozo seguía en las mismas condiciones. El superintendente Juan Vara Orozco hizo pruebas con un aparato de su creación para tratar de aislar o disminuir el fuego, y después de varios intentos, lo logró.

El viernes 19 se probó una conexión hecha el día anterior para bombear agua con pedazos de estopa, hule y otros materiales al pozo, pero sin ningún resultado.

Todo parecía indicar que transcurriría otra semana sin éxito.

Incluso, el sábado 20 se rompió una de las válvulas de las bombas de la estación que suministraba agua de alta presión a Poza Rica, por lo que se suspendió el funcionamiento de las pistolas que ayudaban a enfriar el árbol.

Esto provocó que el fuego nuevamente adquiriera fuerza. Se temía que todo estuviera perdido. Pero lograron activar las calderas que proporcionaban vapor al pozo, mientras reparaban la línea.

Fue el domingo 21 de septiembre, que Adolfo Rendón Rendón, junto con otros trabajadores mas, aplicaron una herramienta construida para perforar el lado sur del pozo. 

Ideada por el señor Gilberto Castellanos, esta herramienta consistía en una barrena de 1-1/4 pulgadas, accionada por presión de aire y por manipulación.

Para lograrlo era necesario acercarse al fuego.

De esta manera, los trabajadores Adolfo Rendón Rendón, Juan Ramírez Guillermo, Porfirio Hernández y otros mas, aplicaron el taladro en la válvula fija al árbol de válvulas de alta presión, y conectado a la tubería de alta presión del pozo.

“Los trabajadores en mención – describe Capitanachi en su libro -, nada mas tres minutos aguantaban al estar cerca del pozo; algunos se desmayaron; pero Rendón, se mantuvo una hora. Cuando éste salió, el ingeniero (Vicente) Fuentes (Gerente de Perforación), se adelantó, y fue el primero en felicitarlo, y con dejó y unas palabras propias de la raza  petrolera le dijo: ¡Esos son huevos, no chin…!.

Esta maniobra permitió el bombeo de agua a presión al fondo del pozo. A las 21:15 horas de ese domingo, un día antes de que se cumplieran dos semanas, quedaban pequeñas flamas en el terreno, debido al petróleo derramado.
El incendio fue controlado.

Las pérdidas fueron las siguientes: un equipo de perforación, 6 mil barriles diarios de crudo durante 14 días, ignorándose el monto de los gastos para controlarlo. Por fortuna no hubo desgracias personales.
El martes 23, Adolfo Rendón era homenajeado por su labor. Antonio J. Bermúdez, Director General de PEMEX le dijo que pidiera lo que quisiera.

Y en un gesto, que el pueblo de Poza Rica aún recuerda con aprecio y admiración, aquel hombre, que no importando su salud expuso su vida para controlar el incendio; aquel que tenía la oportunidad de trasladarse a otra región mas cómoda para él y su familia; aquel obrero del departamento de producción y gas, sólo pidió una escuela para la colonia Petromex, donde había llegado en 1935.

Una escuela que aún existe y lleva por nombre “Escuela Primaria articulo 123, Benito Juárez”.

“Aunque nos miren muy flacos
lo mismo que chamagosos
bien nos creerán totonacos
pero somos muy mañoso
s

Vuela vuela palomita
para tenernos dichosos
ve y pide a la virgencita
no se nos quemen los pozos”

Fragmento del corrido de la quemazón del Pozo No 6 de Poza Rica, de Juvencio Hernández.

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