En el parque Juárez de Poza Rica cayeron abatidos opositores al PRI en 1958
En el parque Juárez de Poza Rica cayeron abatidos opositores al PRI en 1958

– La historia crítica de Poza Rica

Por Mario Román del Valle/ informatePR

La historia crítica, es decir, la historia profunda y analítica de Poza Rica aún está por escribirse o bien recién se va escribiendo.  Y en ese sentido, nuestra flamante y prometedora ventana cibernáutica desea compartir con todos los aventureros navegantes, un espacio para conocer sobre la agitada, controvertida y apasionante historia de nuestro patrio y localísimo solar.
 Y deseamos publicar la reconstrucción historiográfica de varias etapas y de diversos aspectos poco difundidos de nuestra microhistoria.  Tal es el caso de las  luchas democráticas y libertarias de quienes lucharon  contra la corrupción y la represión que desarrollaron los dirigentes oficialistas del llamado cacicazgo merinista.  Y, tal vez, el momento culminante de dicha lucha social, se vivió hace 43 años, el 6 de octubre de 1958, cuando fueron asesinados un número indeterminado de ciudadanos pozarricenses en pleno parque Juárez, en el cruento suceso conocido como La matanza de los Goyos. 
La matanza de los Goyos en Poza Rica
A la memoria de mi querido amigo
Don Teodoro Tapia Martínez
Poza Rica, Ver. (InformatePR 2001).- Hace 43 años esta ciudad petrolera se cubrió de luto debido a que las aspiraciones democráticas del pueblo pozarricence se vieron frenadas por una sangrienta y brutal represión del grupo caciquil local que encabezaban el directivo regional de Petróleos Mexicanos, el Ing. Jaime J. Merino, y el líder sindical Pedro Vivanco.
La tarde del 6 de octubre de 1958 carios miles de pozarricenses habían salido a las calles de la ciudad para protestar en contra de un descarado (uno de tantos) fraude electoral, por medio del cual Merino y su camarilla intentaban imponer a un oscuro personaje como presidente municipal.  Casi cuando estaba por concluir la marcha de inconformidad, a un costado del edificio de la  sección 30 del sindicato petrolero, un grupo de pistoleros del clan merinista atacó arteramente a los manifestantes, disparándoles con pistolas y ametralladoras.
En la calle quedaron tirados muertos y decenas de heridos.  El saldo real de este hecho sangriento a la fecha no se conoce.  Y aún se discute mucho sobre la cifra exacta de los fallecidos en aquella ocasión.  Empero, algunas crónicas periodísticas de la época calculaban que eran “cuando menos 20 las personas que murieron como consecuencias de la terrible balacera”  (“Diario de Xalapa”, 9 de octubre de 1958, p.1)
El cacicazgo merinista
Aprovechando la enorme riqueza del más importante campo petrolero del País, y desde las oficinas de la Superintendencia de PEMEX, Merino maniobró hábil y  astutamente para estructurar una vasta red de poder político y económico que le permitió dominar ampliamente en toda la región.
El tráfico de plazas de la industria petrolera, la venta descarada de concesiones para las obras de PEMEX, la exacción de onerosos e ilegales impuestos para obras públicas que resultaban siempre grandes negocios para la camarilla merinista y el control toral de la economía regional a costa de actos ilegales, amenazas y violencias, fueron factores que permitieron a Merino amasar una enorme fortuna particular.
Una revista de aquellos años, Protesta, hacía mención de las maniobras económicas que realizaba el ingeniero jalisciense:

“Por ejemplo, si se es superintendente de PEMEX, y a la vez vendedor de coches, usted puede dar de baja los vehículos que aún se hallan en buen estado, para adquirir nuevos.  Como superintendente vende a la agencia a precios de chatarra, como vendedor de coches vende a PEMEX a elevado precio”.

“¿Y los contratos? PEMEX encarga muchas obras a contratistas particulares: carreteras, construcción de puentes, instalación de plantas, etc, etc.  Si usted es superintendente puede convertirse en contratista, utilizando para eso un hombre de paja, y despacharse con la cuchara grande.  O puede dar  los contratos a su compadre”.

(Revista “Protesta”, No. 1, México DF. p. 6)
Una minuciosa investigación periodística, llevada a cabo por Antonio Caram, reveló que la riqueza de Merino era fantástica.  Se calculaba que algunas de sus propiedades valían más de cien millones de los pesos de aquella época.  Y concluía Caram: “Merino tiene veinte años de vivir en Poza Rica.  Vamos a suponer que en esos veinte años ganó un sueldo de 7 mil pesos mensuales y supongamos también que ahorró íntegro su sueldo.  Merino debía tener actualmente (1958), un millón seiscientos ochenta mil pesos”.
El poder caciquil de Merino se extendió a la vida sindical de la Sección 30 en donde tuvo como aliado a Pedro Vivanco.  La influencia merinista fue tal que le permitió designar a presidentes municipales y diputados de la región.  Eso llevó en una ocasión a que comentara el entonces gobernador veracruzano Antonio M. Quirasco que a él le gustaría gobernar en Poza Rica.
El cacicazgo merinista buscaba lograr un pleno control político mediante el cohecho y la corrupción, pero cuando estos métodos fallaban, entonces se recurría a la represión violenta, la cual iba desde amenazas y golpizas hasta desaparición y el asesinato.  A falta de espacio no podemos detenernos para documentar algunos de estos asesinatos políticos, pero si podemos citar los nombres de dos trabajadores petroleros que murieron en circunstancias sospechosas, nos referimos a Alberto Luna y Francisco Neri.
La matanza
Muchos sectores populares de Poza Rica, coincidieron en la necesidad de terminar con los abundantísimos abusos de cacique.  En el otoño de 1958 formaron los opositores un frente electoral para las elecciones municipales, postulando para alcalde al prestigiado doctor Fausto Dávila Solís.  Podemos afirmar que el Dr. Dávila encabezó a toda una amplia coalición opositora al merinismo, entre quienes sobresalían los petroleros disidentes (“Los Goyos”), un significativo grupo de maestros, elementos de la clase media y amplios segmentos de los sectores sociales más empobrecidos de la pujante urbe petrolera.
La campaña política de los davilistas fue todo un éxito; lograron organizar mítines multitudinarios que hacían suponer un claro y contundente triunfo de la oposición en las elecciones del domingo 5 de octubre.
Sin embargo, el grupo merinista no estaba dispuesto a ceder su lucrativo poder local.  Durante la jornada electoral realizaron un gran número de atropellos; el ejército patrullaba amenazador las calles, los pistoleros merinistas dispersaban y correteaban a los ciudadanos, las casillas estaban “embarazadas” desde antes de la elección, los representantes davilistas eran expulsados a culatazos de las mesas de votación.
El insolente fraude electoral provocó un gran enojo popular.  La misma noche del domingo 5 hubo un mítin de protesta que congregó a 10 mil pozarricenses.
El día siguiente, el lunes 6 de octubre de 1958, los seguidores del doctor Dávila organizaron una marcha mitin que recorrió las calles principales de la ciudad.  Esta vez 20 mil manifestantes protestaban airados, pero pacíficamente; una crónica periodística de la época recuerda lo que pasó después:
“Cuando éstos (los manifestantes) llegaron al parque de la Sección 30, frente al edificio, los agentes de Merino los provocaron.  Empero, no pasó de ahí la cosa y el grueso de la columna enfiló hacia la avenida Ruiz Cortines, pero cuando la retaguardia de la manifestación empezaba a alejarse, les tiraron bombas de gas lacrimógeno y sonaron los primeros disparos, que se confundían con el tableteo de las ametralladoras” (Revista “Protesta”, No. 1, reportaje Antonio Caram, “Vida, milagros y tropelías de J. Merino, pp. 6 y 7)
Efectivamente, varios trabajos periodísticos y testimonios de testigos presenciales de los hechos, que hemos podido recoger, coinciden en señalar claramente que los pistoleros de Merino, contando con un verdadero arsenal, actuaron concertadamente para agredir violentamente a los manifestantes.
Al concluir la balacera de inmediato se conformó un cerco militar con elementos del Séptimo Batallón de Infantería.  Y aunque los manifestantes regresaron al sitio de la tragedia unos minutos después para recoger los cuerpos de 5 ciudadanos muertos y varias docenas de heridos (uno de los cuales, el niño Antonio López de apenas 3 años de edad, que falleció unos días después), se ha asegurado que otros cadáveres fueron recogidos y desaparecidos por parte de los merinistas.
Aunque no se ha podido cuantificar con exactitud la cifra de muertos de este hecho sangriento y doloroso para Poza Rica, si sabemos que al menos 24 personas regresaron a nuestra  región, si en realidad huyeron de Poza Rica, o si fueron arrojadas a las calderas de PEMEX, incineradas en los hornos del hospital de la paraestatal, o enterradas clandestinamente en El Zúchil  en algún otro paraje.
Para vergüenza del grupo caciquil queda el testimonio de valientes y honestos pozarricenses que siempre supieron luchar por mayor libertad pública y por actuar  con la verdad, tal como fue el caso de Don Teodoro Tapia Martínez que una vez nos dijo:
“Muchos muertos aparecieron, pero muchos.  Aquí en Poza Rica vive todavía un doctor, el doctor Cubas, que era médico legista…; recuerdo la ocasión en que fueron a tirar unos muertos por ahí,  por la colonia Halliburton.  El doctor Cubas los fue a examinar, y el señor perdió la noción de la anatomía, dijo que eran cadáveres de perros rabiosos.  Como premio por lo que dijo, le hicieron una casa”.
De cualquier forma, la represión sangrienta fue un hecho lamentable e inocultable que, podemos decirlo a la distancia temporal, conmovió a muchos sectores del País.  Y si el odioso cacicazgo de Merino es una página negra en la historia de Poza Rica, la inquebrantable voluntad de lucha de muchos pozarricenses demócratas debe ser motivo de legítimo orgullo, pues con todo en contra, sabiendo que la vida les podría ir en ello,  estos paisanos nuestros continuaron valientemente en la brega política y libertaria.  En las semanas siguientes realizaron manifestaciones luctuosas, llevaron a cabo plantones, huelgas de hambre, reuniones informativas con periodistas de la capital del país, con la diputada Macrina Rabadán, y hasta llegaron a secuestrar durante varias horas al gobernador Quirasco.  Todo ello en busca de justicia.
Un año después, Merino tendría que salir de Poza Rica y del país.  Siendo acusado de un cuantioso fraude en contra de Petróleos Mexicanos.  Sin embargo, varios dirigentes democráticos pozarricenses siguieron siendo amenazados, y algunos de ellos desterrados y encarcelados.  Con sus vidas y con su libertad, tuvieron que pagar un alto costo humano por proporcionar su valioso grano de arena en la construcción de un México más libre, más justo y más democrático. (InformatePR 2001)


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