Por Miguel Ángel Huerta / infomatePR

Nos ha tocado vivir en una época donde las libertades y la tolerancia son los valores supremos. Actualmente nadie quiere ser señalado como sexista, racista o discriminador. Queremos respetar  las normas de nuestro tiempo y en este afán hemos llegado primero al miedo y finalmente estamos llegando a la fobia a las palabras. Hoy todos son hipersensibles a esta crítica y hemos disfrazado las palabras por temor, usamos con frecuencia eufemismos. Así es como las prostitutas desaparecieron del lenguaje común, tenemos ahora sexo servidoras. Ya no hay negros, sólo afroamericanos, los ancianos son llamados adultos en plenitud, los borrachos son enfermos mentales que padecen alcoholismo y los ladrones se han convertido en cleptómanos.

Si tememos a nuestras propias palabras, ¿no estaremos temiendo más a nuestras acciones? Usamos un escudo lingüístico para protegernos de posibles señalamientos. Esta sociedad nuestra está llegando al límite y está a un paso de caer en la ridiculez y el absurdo. En lo que se refiere  a la tolerancia sexual es donde se dan los mayores excesos. Hoy la moda es decir: señoras y señores, muchachos y muchachas, maestros y maestras. Hace poco leí un rótulo en el que se anunciaba el tema de un foro: “Los Derechos Humanos de los niños y las niñas, los muchachos y las muchachas”. Con este uso de la lengua sólo se demuestra la ignorancia que se tiene de nuestro idioma. Al emplear una lengua ponemos en práctica convencionalismos que no necesariamente presuponen discriminación.

En el castellano existen géneros, no en todas las lenguas es así y es por eso que quizá se piense que pueden parecer sexistas aunque no lo son. Todos sabemos esto aunque no hayamos ido a la escuela. El uso genérico de algunas palabras es una convención más. Sin embargo es común escuchar: obreros y obreras, empleados y empleadas, licenciados y licenciadas. A nadie mentalmente sano se le ocurriría pensar que cuando Amstrong pisó por primera vez la luna y dijo: “Es un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad”  estaba discriminando a la mujer. Si continúa la fobia a las palabras no será raro escuchar próximamente El perro y la perra son los mejores amigos y amigas del hombre… y de la mujer;  o, la tortuga y el tortugo;  o, la foca y el foco. ¡Qué ridiculez!

La lengua es la forma de expresión más libre que tiene el hombre (¿debería decir también y la mujer?). En su variedad y múltiple uso está su valor. Además no hay nada más personal que el lenguaje, nos pertenece a los individuos, no sólo a la colectividad. Contra los temores lingüísticos y confrontando a los esclavos de lo políticamente correcto tenemos a la literatura . Uno de los escritores que tomaban  a la palabra y a las instituciones sociales no solamente con humor sino que  hasta se burlaba de ellas fue Ambrose Bierce, quien en su divertidísimo Diccionario del Diablo registraba:
Amor. Demencia temporal curable mediante el matrimonio.

Felicidad. Sensación agradable que surge de la contemplación de la desgracia ajena.
Parásito. Funcionario útil, no pocas veces editor de periódico.
Señorita. Título con el que se marca a una mujer no casada para indicar que está en el mercado.
Todo buen escritor tiene que corromper el idioma, renovarlo, ponerlo a prueba, desecharlo o despreciarlo. Recordemos al premio Nobel Octavio Paz con su poema:

LAS PALABRAS

                                             Dales la vuelta
                                            Cógelas del rabo (chillen putas)
                                             Azótalas
                                             Dales azúcar en la boca a las rejegas,
                                             Ínflalas, globos, pínchalas,
                                             Sórbeles sangre y tuétanos
                                             Sécalas, 
                                             Cápalas,
                                             Písalas, gallo galante
                                             Tuérceles el gaznate, cocinero,
                                             Desplúmalas, 
                                             Destrípalas, toro,
                                             Buey, arrástralas,
                                             Hazlas, poeta, 
                                             Haz que se traguen sus palabras.

(Feb/2002)

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