En un ambiente de ritmos y alegría, inmerso entre la tupida vegetación, el legendario Tropicana, se viste de gala día a día, los 365 días del año, para deleitar a los amantes del sincretismo racial y cultural de la isla mayor de las Antillas.
Ejecutado al aire libre, el espectáculo traslada a los ahí presentes, a tiempos donde los esclavos africanos practicaban sus danzas y rituales, transmitidos de generación en generación durante siglos.
La mezcla de razas implicó, al mismo tiempo, la fusión de ritmos y ejecuciones de danzas que dieron como resultado lo que conocemos como ritmos latinos.
Durante décadas, el Tropicana ha visto pasar desde turistas internacionales, cubanos de a pie, así como jefes de estado, quienes son armados en la entrada del salón por un habano de cortesía, que puede fumar dentro, y que es algo tan típico de la isla.